sábado, 8 de noviembre de 2014

¿Cuál es la imagen que México proyecta al mundo estos días?

 La respuesta no es muy difícil de obtener: todo depende a quién se le pregunte. Si uno observa los indicadores de performance o acción de la economía, la política y el sector social, México todavía es un país con muchos problemas. La imagen que estos datos arrojan son los de un país con un pobre desempeño económico, con altos índices de corrupción, con una violencia criminal sostenida, y con un nivel educativo muy por debajo del promedio de los países emergentes.

 Si uno  pregunta a los ciudadanos de países con cercanía a México, Canadá, EUA, Japón o Francia, el imaginario es una mezcla de exotismo cultural, naturaleza y turismo de buen nivel, una violencia galopante asociada con cárteles de drogas y un país “promesa”. 


Si uno le pregunta al gobierno federal, encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto, el imaginario que proyectamos es el de un país “en movimiento”, con reformas clave en sectores energético, político y educativo, lo que nos vuelve un país atractivo para las inversiones, el turismo y el comercio. ¿Cuál de estas versiones es la correcta?
Desde los orígenes del Estado-Nación, los países han estado interesados en la manera como son percibidos por otros, sean sus vecinos amistosos o sus lejanos enemigos. Por supuesto, esta preocupación es legítima.

Primero, porque para consolidarse dentro del sistema internacional los países tenían que ser aceptados y reconocidos de manera recíproca por sus pares a través de un juego diplomático bien conocido.
 
Segundo, porque este juego de reconocimiento estaba basado en percepciones de hegemonía y periferia y por tanto, se refleja en la manera como las imágenes proyectan a una nación en el exterior. Durante el periodo comprendido entre los siglos XVII y XIX los gobiernos no sólo estaban preocupados por la administración de sus poderes domésticos, sino que tenían que poner atención a la manera como eran vistos en el exterior. Se puede decir que la sobrevivencia geopolítica dependía, en cierta medida, de estas percepciones. Podemos decir con seguridad que a través de la historia, los países han intentado construir una imagen que los represente de mejor manera en la arena internacional, por razones hegemónicas, de defensa o de cooperación.

En nuestros días, la Globalización incorpora nuevos actores que participan de las relaciones internacionales directa e indirectamente. La complejidad es mayor. Hoy en día, es relativamente fácil construir o diseminar estereotipos y simplificaciones de los otros en los medios digitales e impresos, haciendo caracterizaciones de sociedades o países que reflejan prejuicios e ignorancia del emisor.
Algunos de estos pueden ser positivos (por ejemplo, Brasil y el fútbol soccer) y otros pueden ser devastadores (Afganistán, una nación de terroristas). Sin embargo, hay algo de paradójico en todo esto. En un mundo donde las fuentes de información son tan vastas y el acceso a ellas es relativamente sencillo, seguimos construyendo ideas sobre otros países a partir de estereotipos y simplificaciones banales o inexactas.
Es claro que hoy en día el gobierno y la sociedad mexicanos enfrentamos una batalla muy compleja contra el crimen organizado, y muy especialmente contra el narcotráfico y sus cárteles. Ejemplos: más de veinte mil personas han perdido la vida en enfrentamientos con el crimen organizado en los últimos quince meses, desde la toma de posesión del nuevo presidente, y otros aspectos criminales relacionados se incrementaron notoriamente, sobresaliendo la trata de personas, el secuestro, el robo de autos y el comercio de drogas y armas ilegales.
Zonas enteras del país han sido declaradas como riesgosas o francamente intransitables por gobiernos extranjeros en alerta a sus ciudadanos, especialmente en Michoacán y Tamaulipas
Ciertamente, México enfrenta dificultades enormes y que repercuten en su imagen internacional y por tanto su reputación. Por tanto, el reconocimiento de esta realidad y su adecuada contextualización por parte del gobierno de México a través de una buena diplomacia pública en los medios internacionales es indispensable.
Con todo, la mala fama de nuestro país en el exterior es relativamente reciente. En los años noventa hice un estudio de la imagen de México a nivel internacional. Entre los resultados me encontré que México se asociaba con siete símbolos principalmente: Frida Kahlo, tequila, los aztecas, las pirámides, las playas, corrupción y sombreros. Es decir, folclor y exotismo; pero en el mejor de los casos, no había muchas asociaciones negativas.
 En un estudio realizado en 2004 por el Consejo Mexicano de Comercio Exterior para evaluar lo que pensaban los miembros del TLCAN de sus vecinos, Canadá y EUA percibían a México como un país pobre, injusto, expulsor de migrantes, peligroso, dividido, tradicional y con playas soleadas. Hace un par de años, The Anholt-GfK Roper Nation Brands Index elaboró un estudio para México sobre su imagen internacional. De cincuenta naciones analizadas, México estaba en el lugar 31, siendo el campo político, o de gobierno, el más perjudicial para su imagen, seguido de la percepción de sus exportaciones y el de oportunidades para inversión. Los temas más positivos fueron el de la cultura y las cualidades de la gente de México, vistos como hospitalarios y amigables. Como dato curioso, los estadounidenses eran los más proclives a tener una percepción de México más negativa y los latinoamericanos, en general, más positiva. Hay muchas lecciones que aprender de todo esto.
¿Qué hacer en este 2014 con la imagen de México?
 Es importante reconocer, prima facie, que México debe encarar los problemas que tiene frente a sí, y darle soluciones reales y honestas. Programas contra la corrupción, de desarrollo social y educativo deben ser el eje de una estrategia desde abajo. La propaganda no es opción: ni somos el mejor país del mundo, ni vamos a acabar los problemas que tenemos de la noche a la mañana.
Lo segundo es desarrollar un mejor aparato de comunicación internacional y contar con un programa ambicioso de diplomacia pública y cultural que nos permita resaltar, matizar y contextualizar lo que es importante para el país (subrayando nuestra potencia cultural) y la imagen que queremos dar al exterior. Finalmente, debemos reconocer que solo en la medida que recuperemos la salud democrática, nuestra capacidad productiva y la consolidación de instituciones que nos brinden certeza y justicia, encontraremos la clave para proyectar un país respetable a nivel internacional.

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